EL PEZ PERRO

Ernesto Pérez Zúñiga



Te alejabas de una boda a media tarde: aquella carpa en medio del campo: te alejabas y de lejos se oía la música de baile, grosera, torpe, bajo la sensación –una especie de paraguas que abarcaba todo lo visible- de que los otros animales estaban molestos: pájaros, mamíferos.

Te alejabas hacia una iglesia románica, más allá de una arboleda, y te apoyaste en la piedra del claustro. Te convertiste en un animal distinto: un hombre antiguo.
Y, pensando en la carpa de la boda, te acordaste de aquella otra que nunca te comerías, la carpa gigante del lago del parque público antes de que se pusiera el sol:

Te acercabas a la orilla bamboleando, hacia aquellos otros animales, los hombres. Te acercabas después de desovar en el centro, cerca del chorro que dibuja una gran fuente hacia el cielo. Te acercabas a nosotros como nosotros en horas de muerte procuramos acercarnos a un ser superior. Tu lomo: escamas grises y azules, con manchas marrones como en mano vieja. Tu boca de labios gordos, payasos; y ojos blancos de ciego. Mansa como un perro que busca cariño. Aleteando con una cola enorme, una pala. Te convertiste en otro animal. Pez perro, mi hermano cuando se trata de morir.